Epicureismo
A pesar de su nombre, no fue Epicuro el verdadero fundador de esta doctrina, sino Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates, quién propagó una teoría propia de los sofistas, según la cual la felicidad está en el goce de los placeres sensibles. Epicuro hizo derivar su doctrina de esta teoría del placer como supremo bien de Aristipo, a la que dio un mayor desarrollo. Sucesores de Epicuro fueron Hermarco (heredero de la casa y del jardín de su maestro), Polístrato, Dionisio, Basílico y Apolodoro. Se multiplicaron los centros epicúreos: en Lámpsaco, en Mitilene, en Antioquía y en Roma. El epicúreo romano más célebre fue Lucrecio, autor del poema «De la naturaleza de las cosas». Al inicio de la era cristiana existían todavía en el Imperio romano comunidades epicúreas; después, la doctrina fue enseñada por maestros aislados, tales como Diógenes de Enoanda o Colotes, al que combatió Plutarco. El epicureísmo conoció una renovación en el s. XVII con Gassendi, cuya física (un atomismo epicúreo) influyó en el materialismo moderno (Marx hizo su tesis sobre Epicuro y sobre Demócrito).
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