El Imperio Macedonico y el Helenismo
Macedonia era un Estado situado al N de Grecia que, aunque profundamente helenizado, los griegos consideraban como bárbaro. Su rey Filipo II impuso su autoridad, reformó el ejército, creó la falange macedónica e intervino en los conflictos griegos. El 338 a.J.C., la batalla de Queronea hizo que las ciudades perdieran su independencia y tuvieran que entrar en la liga de Corinto dirigida por el rey macedonio. Planeó la conquista del Imperio persa, pero el 336 a.J.C. murió. Su hijo Alejandro Magno (336 a.J.C.-323 a.J.C.) conquistó el Imperio persa y a su muerte sus generales se repartieron el Imperio. La cultura griega se difundió por lo que había sido el Imperio persa y se mezcló con influencias indígenas para dar lugar al helenismo.
Durante el s. III a.J.C.
las ciudades griegas lograron una cierta independencia bajo la tutela de Macedonia.
Filipo V de Macedonia apoyó a Aníbal durante la segunda guerra
púnica y Roma obtuvo la alianza de las ligas Etolia y Aquea. La victoria
romana de Cinoscéfalos el 197 a.J.C. devolvió la independencia
a las ciudades griegas, aunque bajo predominio romano. El 148 a.J.C. Macedonia
se convirtió en una provincia de Roma y el 146 a.J.C. toda Grecia quedó
incorporada a Roma. Entre el 88 y 84 a.J.C., muchas ciudades griegas apoyaron
a Mitrídates, rey del Ponto, enfrentado a Roma en su deseo de independencia,
pero su derrota trajo consigo el saqueo de Atenas.
Grecia perdió importancia política, económica y militar,
pero no cultural. En Roma se admiraba la cultura griega, los hombres cultos
conocían su lengua y leían a los clásicos. Se imitaban
las obras literarias o históricas de la época clásica y
un viaje a este país era el complemento indispensable de la formación
de la clase dirigente romana. Los juegos deportivos seguían atrayendo
a numerosos visitantes y diversos emperadores actuaron como mecenas en favor
de su cultura y arte.
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